Quizás algunas personas prefieran trabajar en la ciudad pero no es el caso de Agustín Biasotti que mientras estudiaba Biología en la Universidad, soñaba con trabajar en la Antártida. Hoy y a pesar de la pandemia, su sueño se cumplió y se desarrolla como Biólogo Invernante en la base Orcadas, la estación científica antártica Argentina más antigua.
Llegar allí no es sencillo, hay dos opciones: a través de la investigación o en barco de turismo durante el verano. El turismo es costoso y con el coronavirus fue interrumpido, por eso, Biasotti eligió llegar haciendo ciencia: “Todos los años convocan a un biólogo para que pase el año manteniendo las investigaciones. Mi tarea es recaudar datos, realizar conteo de aves y mamíferos marinos y explorar partes de la isla que se congelan y que solo se puede acceder en esta época”, comentó en la mañana informativa de Radio Estación Sur.
Sobre su arribo a la base, Biasotti dijo en RES que fue durante la pandemia: “Fue súper estresante y tuve mucho cuidado porque podía quedar afuera de algo tan planeado y deseado. Desde el Instituto Antártico Argentino se tomaron precauciones con cuarentenas obligatorias antes de embarcar, después estuvimos dos semana en el barco realizándonos testeos y una vez que estábamos seguros, ahí bajamos”
Con respecto a que si hubo casos de Covid 19 en la Antártida, descartó posibilidades y mencionó que se registraron casos en bases chilenas pero que al no estar conectadas no se expandió y la campaña de invierno salió perfecta, “estamos a 800 kilómetros de la base más cercana”
El joven biólogo platense destacó que es el único lugar del Mundo donde se destina guarda parques para la conservación donde también hay científicos. “Vivo con 17 personas, es una casa con piezas de a dos o tres personas que nos vamos rotando, actualmente comparto con un guardaparque y una chica del Servicio Meteorológico Nacional”, comentó sobre la convivencia en la base.
Los argentinos comen juntos, tienen una sala de juegos, un gimnasio y Biasotti indicó que tratan de generar un vínculo al tener que transitar 16 meses conviviendo en una misma casa y que afuera de ella, tienen un galpón que funciona como lugar de trabajo donde tienen montado un laboratorio de biología.
“La base tiene varios puestos, hay otra casa de emergencias que se deja para el verano y por si sucede algo, hay muchos sismos y debemos estar atentos, tenemos protocolos de evacuación ya que algún sismo puede causar tsunamis y estamos muy cerca del mar”, expresó Biasotti aunque sostuvo que es difícil que eso ocurra.
Sin embargo, aclaró que aunque que encuentren establecidas las tres Fuerzas Armadas, la mayoría forman parte de la Marina y que cada una tiene sus particularidades para la convivencia en la Antártida.
Además, resaltó que este trabajo de investigación no se realiza en todas las bases por eso es tan importante su labor para obtener datos invaluables para el continente ya que opera todo el año a través de la Armada Argentina hace 107 invernadas continuas.
Cuando uno menciona a la Antártida le recorre un frío por todo el cuerpo pero para Agustín no fue un obstáculo al haber vivido antes en Puerto Madryn: “Al frio estaba adaptado no fue problema, me costó adaptarme a la poca comunicación y a generar vínculos con quienes serán mis compañeros durante un año”
La comunicación en la base científica que se instaló en 1904 es solamente por Internet satelital de baja calidad, la radio del continente casi siempre es intervenida y poseen telefonía satelital sólo de emergencia. “Ahora podemos mandar imágenes y mensajear por Whatsapp pero por muchos años era sólo por llamada y radio”, informó Biasotti.
Sobre su rutina diaria, el biólogo comentó que a veces camina hasta 10 kilómetros por día para recolectar datos aunque depende del clima: “Arranco con el mate y pienso qué se puede hacer. Siempre estamos atentos al pronóstico porque la nieve y el viento cambia muchísimo, al ser isla tiene condiciones particulares, hay muchas variables a tener en cuenta para realizar nuestro trabajo”
Entre risas y melancolía, Agustín Biasotti comentó que lo que más extraña, más allá de su familia y amigos, son las frutas y verduras: “Acá se rige todo bajo el Tratado Antártico para que no haya invasión de especies externas animal ni vegetal, no ingresa nada crudo, todo es precocido, congelado y enlatado y la carne envasada al vacío”