El 4 de febrero de 2001, Natalia, una niña de 15 años oriunda de Miramar, salió a bailar y no volvió más. Su papá, Gustavo Melmann, la buscó intensamente antes de recurrir a la comisaría, pero no la encontró y fue a denunciar que su hija no estaba. Allí, la policía quería convencerlo de que se había fugado.
Gustavo y Laura, su esposa, insistieron incansablemente para que comenzaran a buscarla como desaparecida y cuatro días después, encontraron su cuerpo en un vivero. La habían violado entre cinco personas y la estrangularon con el cordón de su propia zapatilla. Y no cinco varones cualquiera, ya que un testigo vio que efectivos de la Policía Bonaerense la secuestraron a la salida de un boliche.
“Lo que hicieron esos hombres, que estaban de servicio y se suponía debían cuidarla, fue una barbaridad. Fue tortura“, expresó Gustavo a Estación Sur, y agregó: “Esto, como los desaparecidos y la lucha por la democracia, es algo que el pueblo no puede permitir que vuelva a suceder”. Además, dijo que “la policía no cambia, nunca fueron juzgadas por la Justicia ni por la sociedad. Se creen dueños de la vida del resto, la quitan y la sacan cuando quieren”.
En el 2002, los sargentos Oscar Echenique y Ricardo “Rambo” Anselmini, y el cabo primero Ricardo “el Mono” Suárez, fueron condenados a cadena perpetua. El “Gallo” Fernández, conocido por robos en la zona, fue acusado de rapto y condenado a 25 años de cárcel.
Por esos años, aún no se hablaba de femicidio y los casos de mujeres desaparecidas y/o asesinadas no eran difundidos ni tenían su adecuado tratamiento en los medios. Pero además, este caso en particular, tenía en contra la impunidad de una fuerza policial encubridora y un Justicia -que aún hoy es- lenta.
Gustavo tuvo que soportar, antes de saber todo lo que su hija había sufrido, el peso de la mirada de toda una sociedad que sostenía (como la policía), que Natalia se había escapado por sus propios medios con alguien más. “Hoy, por suerte existen los movimientos de derechos humanos, feministas y LGTBIQ+, para llevar adelante estas luchas y estas banderas. Ojala ellxs puedan pararle la mano a esta gente que destrozan vidas y familias”, aseguró.
Veintinún años después, hay dos asesinos libres: uno de ellos, el ex sargento Ricardo Panadero, fue llevado a juicio oral en 2017 y el tribunal lo absolvió pese a que hay muestras de semen y testigos que demuestran su participación en los hechos.
La familia espera desde el 2019 el sorteo de un nuevo Tribunal. Hay un quinto ADN perteneciente al único agresor de Natalia no identificado. “No tenemos todas las respuestas que quisiéramos, pero hoy hay un debate social saldado, acerca de que lo que le hicieron a Natalia fue la barbarie”, afirmó Gustavo y finalizó: “Nati dejó de ser mi hija para pasar a ser la hija, la hermana o la amiga de todxs”.