Por Corina Duarte
Cuando en 2005 comenzamos las primeras transmisiones de Radio Estación Sur, en aquella casona vieja y luminosa del centro platense, teníamos ambiciones, posibilidades y un futuro que en cierta medida, se presentaba borroso.
Quiénes estábamos en el cotidiano de la organización, en una grilla laboral que incluía roles y tareas y que denominábamos “Día Centro”, entendíamos nuestra tarea en el plano de la militancia de nuestro proyecto: garantizar la apertura del espacio, barrer, ordenar, trapear, juntar lo que había quedado de las fiestas largas de los fines de semana, -actividad que garantizaba el pago del alquiler y los conflictos con los vecinos-, recibir, asistir y difundir a los talleres y talleristas, atender el teléfono (fijo y de línea que sonaba mucho y por todo), y resolver también problemas edilicios de todo tipo que fundamentalmente incluían agua: por exceso o por escasez, pero el agua era una problema constante.
Además, también nos distribuíamos la atención del “Bar del Centro”. Miércoles y jueves era mucho más saludable y llevadero, ciclos de cine, ciclos de teatro, casi siempre la madrugada no se extendía más allá de las tres o cuatro de la mañana, y la pasábamos muy bien. Estábamos arrancando con lo que queríamos, no nos iba tan mal, en la barra casi todas y todos pudimos enamorarnos un poco alguna noche, y compartíamos códigos y lazos compañeros que hacían que la cosa fluyera amenamente.
Pero, ¿éramos trabajadores?
Hacíamos todo ese trabajo, permanente y cotidiano, manteníamos largas reuniones para armar espacios gremiales con trabajadores de la comunicación y la cultura de la región en aquello que supo llamarse Foro de Trabajadores de la Comunicación de La Plata, Berisso y Ensenada, promovíamos junto a la Asociación Argentina de Actores un espacio de organización que contemplara la obra social y el acompañamiento sindical.
Además, hacíamos más de dos y tres horas de Radio por día en el estudio, más las que hacíamos en las calles, producíamos, nos asociábamos a FARCO (Foro Argentino de Radios Comunitarias), reportábamos, hacíamos transmisiones especiales de elecciones, organizábamos bunkers y movileros, y casi ninguno de nosotros (porque además si, la mayoría eran varones), habíamos cumplido 30 años.
Trabajábamos también en relación de dependencia en otros trabajos, variados de tipología: moza, cajera de supermercado, kioscos, espacios de producción y revelado de fotografía y derivados del periodismo que a veces pagaban.
Y entonces, ¿alguien podría no considerarnos trabajadores?
Hoy, 17 años después de la enumeración de estas acciones, hay debates que no están ni cerrados ni saldados. Seguimos asistiendo a la definición de nuestros roles, entendidos sólo desde el punto de vista militante (que militamos y lo hacemos convencidos) pero no puesto en consideración del ejercicio de nuestra actividad desde un lugar ordenado, con horarios, con responsabilidades, objetivos a cumplir, definiciones previstas todas en el marco de acuerdos colectivos, de debates, de espacios de encuentro, reunión y participación.
¿Qué define a un trabajador? ¿El Jefe? ¿La Jefa? ¿O el reconocimiento de sus compañeras y compañeros ante la realización de una tarea, la confianza en su ejecución, el cumplimiento de un objetivo común?
Quiénes trabajamos y militamos la comunicación popular, lo entendemos por ahí, y sabemos que es remar contra corriente muchas veces, sobre todo en estos tiempos, de discusiones mal intencionadas sobre las economías populares y la generación de trabajo, y la producción de los trabajos de esos y nosotras como tales. Hablan de producir, de limpiar, acondicionar plazas, servir platos de comida, meriendas, asistir con apoyo escolar, sin embargo, omiten la comunicación y su ejercicio en la enumeración de estas tareas, necesarias, fundamentales, militantes y laboriosas.
Desde hace 17 años trabajamos haciendo comunicación. Nos reconocemos en nuestro trabajo cotidiano, que además, se escucha y se ve. Y en estos tiempos, tan miserables a la hora de desprestigiar a quiénes con mucho esfuerzo llegan a veces y apenas a empatarle al fin de mes, con tantos y tantas que cuando salen a pelearla reciben críticas, prejuicios, daño y desprestigio, definirnos es también un motivo de festejo. Trabajadores de la comunicación popular, saberse y ser, merece un brindis, uno más, en este agosto de festejo y celebraciones.