Por Manuco Rodríguez (*)
El pasado martes 8 de febrero lamentamos la primera década sin Luis Alberto Spinetta. El artista se encontraba en plena actividad al momento de contraer la enfermedad que culminó con su fallecimiento. Es inevitable ver el vaso medio vacío al pensar de qué obras nos hemos perdido en estos diez años.
Una forma de ver el vaso medio lleno es pensar que el próximo 19 de noviembre podríamos estar recordando los 30 años de la partida de uno de los pilares sobre los que se edificó el rock producido en nuestro país.
Si. Pudimos habernos privado de Esterlicia, el acústico grabado para el ciclo MTV Unplugged. También de Los Socios de Desierto, de Para los árboles y de Un mañana. Tampoco hubiera existido el concierto (y sus respectivos registros en audio y video) de Las Bandas Eternas. Y nuestra ciudad hubiera sido el escenario de tamaña desgracia.
La fecha no es aleatoria. La situación ocurrió durante la celebración del 110º aniversario de la fundación de La Plata, el primero que le tocó a la intendencia de Julio Cesar Alak. Desde el minuto 0 de su gestión, el actual ministro de Justicia provincial hizo de los recitales de rock en Plaza Moreno un sello distintivo que lo sobreviviría. El día de su asunción, 10 de diciembre de 1991, con la excusa de celebrar el día de la democracia se organizó una autobienvenida con un show de Los Fabulosos Cadillacs en la plaza central.
(Cabe aclarar que para ese momento la banda liderada por Vicentico no estaba en su momento de mayor popularidad. Ya había quedado atrás la espuma de su momento de gloria con Yo te avisé y faltaba algo más de dos años para la segunda ola a caballo de El león y el compilado Vasos Vacíos que incluía Matador).
También era el primer aniversario “redondo” luego del centenario, cuyo mega festejo pergeñado por la intendencia de la dictadura fue fallido. Muchos señalaron esa situación como parte de los conjuros y maldiciones masonas que arrastra la ciudad desde nuestra fundación. ¿Lo sucedido con el creador de Muchacha (ojos de papel) podría ratificar esa presunción?
Para la celebración en cuestión, el flamante municipio agregó a los tradicionales fuegos artificiales -evento que los platenses sólo presenciábamos en esa ocasión- un festival de rock con números convocantes. El número elegido para abrir esa velada fue Fontova y sus sobrinos. En esa época, el General Fontova gozaba de sobrado reconocimiento público y mediático gracias a Peor es nada con el que junto Jorge Ginzburg reventaba los números del rating todos los martes a las 23. Su clásico Me siento bien oficiaba de cortina característica del programa.
Spinetta también se encontraba gozando de las mieles de la popularidad a partir de Seguir viviendo sin tu amor, tema que abría su hasta entonces último disco Pelusón of milk. Ese tema puntual, había tenido alta rotación en radios durante el período de casi un año que separaba su salida de ese 19 de noviembre.
La noche la cerraba Fito Páez, quien hacía menos de dos meses había presentado El amor después del amor en el Polideportivo de Gimnasia. Pero en esos casi 60 días, la difusión y venta del trabajo había explotado. Ya se trataba de uno de los discos más vendidos de la historia del rock nacional. Todo dado para que fuera una celebración perfecta. Pero el diablo, o los masones, metieron la cola. O tal vez fue Segba.
Tras la presentación de Fontova, que cerró su set homenajeando a nuestra ciudad con Un tal Briggitte Bardot, una de las perlas inéditas de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, fue el turno del Flaco. Aún con la luz del día, salió al escenario junto a la banda de apoyo que en ese entonces formaban el guitarrista Guillermo Arrom, el bajista Javier Malosetti, el tecladista Claudio Cardone y Jota Morelli a cargo de la batería.
Al acercarse al micrófono para saludar, cayó al piso. El púbico pensó que se trataba de alguna humorada y hubo risas en la plaza. El Flaco se levantó y, molesto, hizo unas señas. Un plomo se acercó y cambió unos cables. “Aprovechen para verme ahora antes que muera electrocutado”, aclaró y dio pie a que siguiera la hilaridad. Con dos canciones de los años de Jade, Camafeo y Contra todos los males de este mundo Spinetta dio inicio a su concierto, dejando atrás lo ocurrido.
La lista de temas recorrió clásicos de sus distintas épocas mechados con gemas de su último disco, pero sin que Seguir viviendo sin tu amor asomara. Era lógico que el tema fuera elegido como cierre.
Ya con la noche entrada, el cantante anunció un clásico incluido en el segundo disco de Pescado Rabioso, Como el viento voy a ver. Promediaba la canción, cuando un apoteótico solo de guitarra fue interrumpido por un acople brutal. Al dirigir la mirada al escenario el espacio del micrófono estaba vacío.
Spinetta estaba en el suelo, pegado a la guitarra. Su cuerpo se movía de manera hipercinética. Parecía convulsionar. El acople iba in crescendo y tanto arriba como abajo del escenario todo era incertidumbre. Durante segundos eternos, los músicos y asistentes miraban viendo que hacer. Acercarse a intentar rescatarlo era exponerse a correr su misma suerte. Fue Javier Malosetti quien pudo reaccionar y desconectó su bajo para usar su cuerpo de madera como palanca para despegar al Flaco, quien fue asistido para que pudiera dejar el escenario.
Durante unas decenas de minutos el centro de atención de la noche quedó vacío. Las voces que daban pie a los números aclararon que el músico estaba bien, pero no daban mayores precisiones. ¿Qué sucedería de ahí en más?
Tras un cambio general de equipamiento, Spinetta volvió al escenario con su banda. Sin mediar palabra, tomaron sus instrumentos y sonó Seguir viviendo sin tu amor, tal como se esperaba para el cierre. Su participación culminó con una despedida parca.
A esta noche le siguió un período de reclusión del Flaco, interrumpido por el lanzamiento de la banda sonora de la película de Pablo César Fuego Gris. Recién volvió a tocar en vivo dos años después, cuando el 18 de noviembre en el Velódromo de Buenos Aires hizo la presentación en sociedad de Los Socios del Desierto, el trío que formó con Marcelo Torres en bajo y Daniel Wirtz en batería.
Pero esa noche en la que La Plata cumplió 110 años, los fuegos artificiales se adelantaron y no oficiaron de cierre de la celebración tal como estaba anunciado. Oficiaron de entremés para llenar el bache de casi una hora y media que se demoró la salida a escena de Fito Páez. Para ese momento, todos los cables se habían retirado y reemplazado por equipamiento inalámbrico.
(*) Periodista; comunicador popular