Sofía Lezcano*
El 19 de octubre es la fecha establecida mundialmente para conmemorar el “Día Internacional de lucha contra el Cáncer de Mama”. Se trata de una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que tiene como propósito generar conciencia y fomentar el acceso de las mujeres a la salud. De esta forma, se promueve la realización de controles anuales que facilitan los diagnósticos precoces de las patologías mamarias y permiten obtener un tratamiento adecuado y eficaz.
Actualmente las cifras sobre cáncer de mama son realmente preocupantes, se estima que una de cada ocho mujeres atravesarán en algún momento de su vida una patología de este tipo. Se trata de una enfermedad que ya se estableció como problemática social y por ello resulta fundamental sensibilizar en la esfera pública con el propósito de que cada vez más mujeres se sientan interpeladas y seguras a realizar los controles que son la única forma de prevención.
Durante mucho tiempo, la medicina trató al cuerpo de las mujeres como una variante inferior del cuerpo masculino y lo ignoraron enteramente (Olson, 2002). Las patologías mamarias fueron ocultadas y tratadas en la oscuridad de la vida privada, y su consiguiente invisibilización retrasó las investigaciones y el desarrollo de las tecnologías para su tratamiento. Estos elementos nos permiten pensar que las desigualdades históricas que vivimos las mujeres también se perpetúan en las enfermedades.
Asimilar la enfermedad como una problemática social y como una desigualdad de género, también implica transitar un cambio cultural. Por ello, es importante promover diálogos y discursos desde una perspectiva transformadora poniendo como horizonte una mirada cuidadosa y amorosa. Es posible, y más aún en estos tiempos de guerra, que el lenguaje bélico no sea una buena estratégia de acercamiento: comparar este tipo de enfermedades con metáforas de guerra o terrorismo no resulta amigable.
El cáncer no es una guerra, es una enfermedad, y como describió Eva Perón, nosotras las mujeres tenemos “la sublime vocación de la paz”. Expresar ideas en términos bélicos implica la existencia de personas que resultan victoriosas y también la existencia de quienes son derrotadas y esto, al menos, es injusto. Convertir a los cuerpos enfermos en territorios de batalla no permite transformar el dolor y la vulnerabilidad, ni tampoco posibilita el surgimiento de una respuesta colectiva, pública y política a la problemática.
Por el contrario, al lado del cáncer de mama se sigue parando el pinkwashing que reproduce la falsa idea de una mujer ejemplar, linda, luchadora, valiente y victoriosa. De la mano del lazo rosa crece la industria y la comercialización de productos de belleza que esconde y mantiene en silencio las marcas de una enfermedad desgarradora que afecta cada vez a más mujeres.
Superar el pinkwashing implica desafiar la imagen simplista y superficial que se creó en torno a esta enfermedad para impulsar más y nuevas investigaciones. En este día tenemos la oportunidad de empezar a promover un cambio cultural para dejar de lado las apariencias y la narrativa heroica.
*Licenciada y Doctoranda en comunicación.