Por Riso Balvidares
El doctor Burlando llegó tarde. Tenía mucho que contarle a los medios e ingresó cuando la audiencia ya había empezado. Anticipó que será un día importante. En la séptima audiencia se revelará el contenido de los chats de algunos de los ocho imputados por la muerte de Fernando Báez Sosa a la salida de un boliche en enero del 2020.
El encargado de exhibirlos es el auxiliar de la Fiscalía General de Dolores Javier Pablo Laborde, que el día anterior realizó una cronología de los hechos con las cámaras testigos que están en la causa. “Revisé el contenido varias veces”, mencionó aquella tarde y detalló que su labor era el análisis de las imágenes y los celulares.
Del Iphone de Matías Benicelli, se obtuvieron los mensajes que mandó Lucas Pertossi cerca de las cinco de la mañana que se hacían referencia a que la víctima “caducó”, que mataron “a uno” y que no había que contarle “nada a nadie”.
“Estoy acá cerca donde está el pibe y están todos ahí a los gritos, está la policía, llamaron a la ambulancia… caducó”, decía el audio completo que envió Pertossi minutos después del crimen de Fernando.
No es la primera vez que la sala del Tribunal N° 1 de Dolores expone una conversación de carácter íntimo. Pablo Ventura, el joven que fue acusado por Máximo Thomsen – de la muerte de Fernando y estaba a 500 kilómetros en Zárate, tuvo que escuchar algunos de los audios que compartió con los amigos el día que lo detuvieron. “Si se la mandaron, que paguen. Ojalá vayan presos por pelotudos”, se escuchó por los parlantes de la sala mientras que los rugbiers oían mirando al tribunal que les dictará sentencia.
El tribunal toma nota, los periodistas también. Graciela, la mamá de Fernando agarra fuerte el Rosario que le cuelga del cuello. Silvino, el padre, abraza a Graciela. Laborde continúa.
“Ojala que se haga justicia”, se escucha nuevamente en la sala como si fuera una remake del día que declaró Ventura. El mensaje pertenece a un grupo de WhatApp integrado por 19 personas denominado “No seas más trolo”. Allí se encuentra únicamente Juan Pedro Guarino, uno de los dos rugbiers absuelto.
“En algún momento la tienen que pagar”, opinó una voz ronca que sale de aquel grupo. A su vez, se agregó, ¿O se olvidan la patada que le dieron a Maxi Lozada?, ¡muy mala leche!. El audio dispara una seguidilla de opiniones que se van reproduciendo una por una: “En algún momento la tienen que pagar”, dice uno. “Estoy re contra podrido que se hagan famoso por cagar a piña a alguien. Era lógico que pasara esto, que se recontra caguen”, agrega otra.
Al tercer o cuarto testimonio, el abogado defensor de los rugbiers, Hugo Tomeí, rompe el silencio y le pide a la presidenta del tribunal, María Claudia Castro, que se exhiban sólo mensajes que contribuyan a la muerte de Fernando. La jueza da lugar, Laborde continúa con los Pertossi.
Del celular de Lucas, se extraen vídeos que ya fueron reproducidos en la sala y otros que no. Todos sirven para identificar a los culpables.
Del teléfono de Ciro, una conversación con Ana, una persona que se muestra una preocupación maternal por las noticias que circulan en la red que los tienen mencionados. No te preocupes, no pasó nada le contesta como obedeciendo a un pacto de silencio. “Me muero si les pasa algo” dice Ana y se despiden.
Luego de horas de testimonios, y como si fuera la frutilla de postre mediático, la fiscalía revela el contenido del celular de Blas Cinalli, uno de los jóvenes que está sentado en el banquillo de los acusados. “Nos agarramos adentro con unos pares. Los re cagamos a palos mal. nos sacaron para afuera y creo que matamos a uno”, decía un mensaje.
Minutos después, cuando le advierten a Cinalli que quizá mataron a una persona, responde “lo único que quiero es tomar vino y fumar flores”.
Burlando consideró que fue “fuertísimo” lo que arrojaron los mensajes y que si bien se conocían en la causa, “es bueno que los jueces observen las reacciones de los presentes”.