*Por Nacho Illia.
Los dos empezaron el torneo con derrotas. Sin embargo, hay diferencias. El Pincha de Abel Eduardo Balbo y Verón apostó a refuerzos top como Ascacibar y Carrillo y cuenta con un plantel largo con experiencia para afrontar con gran ilusión la Sudamericana y los certámenes domésticos. El Lobo, entretanto, se desangró: se fueron Gorosito, Rey, Aleman y Ramón Sosa y no llegó casi nadie (los que lo hicieron, volvieron tras ser cedidos a préstamo). También tendrá triple competencia con un hombre de la casa en el frente de batalla, Sebastián Chirola Romero, y la esperanza estará puesta en su cantera.
En construcción. Así está el equipo de Balbo que todavía tiene un largo camino por recorrer antes de ser tildado como ‘la Balboneta’. De arriba para abajo o de abajo para arriba, según se lo mire desde la sobreabundancia en el primer caso o desde las flaquezas por el otro. Es decir, a Estudiantes le sobran variantes de jerarquía de mitad de cancha hacia adelante y eso parece ser un punto a favor si el DT les encuentra lugar a los que “tienen, deben, merecen y quieren” jugar (todos será imposible, claro). Y en defensa lejos está de tirar manteca al techo: en la zaga sobran apellidos, aunque ninguno hoy es titular-titular y en los laterales hay fijas pero escasean las variantes.
¿Boselli, Ascacibar y nueve más? Mauro volvió a confirmar contra Tigre que su presencia es indispensable en el área de enfrente. Cerca de los 38 años y con un andar que siempre parece cansino, es EL 9, sin dudas y pese a la vuelta de Carrillo. En ataque, justamente, todavía no está claro si Balbo pretende jugar con dos centros (el otro es Pellegrino) o uno solo y un segundo punta; en esta última opción, también tiene material de sobra: Matías Godoy, Piatti, Méndez.
El mediocampo quizás sea el sector con el que más variantes cuenta Balbo. El regreso del Rusito Ascacibar le da un salto de calidad, principalmente porque ahora hasta se anima a pisar el área con la misma prepotencia con la que marca. Su paso por Alemania e Italia lo reconvirtió en un todoterreno, y seguramente él sea el termómetro del equipo. El DT apuesta a un solo volante central, y de ese puesto el dueño es Corcho Rodríguez mientras Piñeiro es el otro cinco. Atrás queda Sosa, con sus 37 años, un jugador hoy más posicional y lanzador que desequilibrante cerca del área, y también Zuqui, otrora indiscutible en el once titular. También abundan los interiores, donde Rollheiser y Zapiola pican en punta y Piatti, Matías Godoy y hasta el pibe Nicolás Palavecino pueden ocupar las bandas.
Si se hace foco en la defensa, el desbalance es notorio con el resto de los sectores. Más y Godoy son número puesto en los laterales, pero con Muñoz en la etapa de recuperación final de su lesión, hay cuatro (Lollo, Guasone, Núñez y Romero) para dos puestos y ninguno parece pisar fuerte en la última línea. Encima, el retroceso de un equipo que hoy apostaría más el arco rival que el propio, asoma en principio como un gran déficit.
Y bajo los tres palos está el interminable Andújar, que saca muchas, es cierto, pero también le hacen las que antes evitaba y no sería descabellado que Verón y compañía vayan pensando en un arquero con pergaminos para discutirle el puesto (Sappa, aun con sus casi 28 años, todavía necesita mostrar que está para darle pelea al capitán).
En (re)construcción. Así está Gimnasia. La sangría post-segundo semestre 2022 incluyó a la mitad del equipo titular además de la salida de su entrenador. Ya no está Rodrigo Rey ni Brahian Aleman, tampoco Agustín Cardozo, Piris y el paraguayo Sosa. Queda el piberío, un baluarte como Leo Morales, el joven maravilla Benjamín Domínguez y el ansiado regreso del goleador: Cristian Tarragona.
En esas condiciones saltó a Primera un hijo pródigo del Lobo. El presidente Mariano Cowen confió en Chirola Romero para hacerse cargo de un fierro caliente y el berissense prometió “inculcarle trabajo y amor al club”.
“!Con el número 1… Tomáaas Duuursooo!” Así, estirando un poquito la a primero, la u luego y apagándose la o al final, la voz del estadio presentará al dueño del arco del Lobo. De lo que demuestre el oriundo de Ensenada, de 21 años, dependerá su gran chance de cerrar la puerta a su competidor, Nelson Insfrán, que tienen más recorrido sobre el lomo.
Abajo, Leo Morales deberá vestirse más que como el caudillo que ya es; ponerse ropa de guerrero, armadura, un casco medieval y salir a “atajar penales” en el fondo o correr los 100 metros llanos para aprovechar cada pelota parada a favor. Al lado suyo juega un tal Felipe Sánchez, de 18 años, o en su defecto Diego Mastrángelo, de 20 (ambos fueron subidos de Reserva a Primera en un santiamén). En los laterales también hay dos pibes, pero “grandes”: Enrique (22) y Melluso (24). Y en Estancia Chica acelera su recuperación de la lesión en el hombro Germán Guiffrey.
En la línea media también se notan los huecos; en primer lugar porque Aleman partió a Banfield y era el amo y señor del balompié albiazul. Tampoco está Cardozo en el círculo central. Hoy, donde las papas queman, aparecen Ignacio Miramón y Tomás Muro, de 19 y 20 años respectivamente. También está Alan Sosa (19) como volante por la banda derecha y la vuelta del revulsivo Maximiliano Comba.
Arriba, más allá de las permanentes bajas, el Lobo se mantiene al acecho con juveniles pero también con grandes. Eric Ramírez (26) ya es otro veterano como extremo derecho y Benja Domínguez (19) es la gran promesa tripera. A la espera de un pronto regreso de Cristian Tarragona, que lleva 10 en 17 partidos en el Lobo, el entrenador confía en Rodrigo Castillo, que viene de convertir 12 tantos en Primera Nacional con Deportivo Madryn y Soldano que suma su experiencia.
A comparación del Pincha, parece tener poco Gimnasia para ser protagonista en la Liga, en la Copa Argentina y en la Sudamericana. Pero con el Lobo nunca se sabe: no vaya a ser cosa que se empiece a hablar de ‘los pibes de la Chiroleta’.