Por Manuco Rodríguez (*)
La película se llama 24 hour party people, como el tema de los Happy Mondays y narra la movida postpunk de Manchester. El protagonista y narrador es Tony Wilson, alma mater del sello Factory Records, la discográfica independiente que fogoneó esa escena. En dos o tres momentos del film hace el mismo chascarrillo: se refiere a un espectáculo de escasa convocatoria como un hecho histórico y, al remarcársele el poco público presente, responde que en la última cena hubo menos gente que en el evento al que se refiere y fue un hecho más histórico que ese.
No se podría hacer el mismo chiste con el hecho que nos ocupa, ya que para el momento fue un acontecimiento masivo. Lo que sí tiene en común es que ninguno de los 40.000 ricoteros que fueron a ese recital, ni las decenas que integraron el staff técnico de logística y seguridad, ni los 5 músicos que estuvieron arriba del escenario ni el triunvirato artístico e ideológico del fenómeno más masivo de la historia del rock nacional sabían que eran parte del algo de lo que se seguiría hablando 20 años después. Y seguramente se siga hablando en los tiempos venideros.
En un año plagado de hechos históricos, algunos con la convocatoria de una multitud que le da el golpe de gracia a un modelo económico o con los de las tripulaciones de cuatro aviones, la última misa ricotera sucedió sin levantar alboroto. No más ruido que el que provoca un recital de rock. A tal punto pasó desapercibido que debieron pasar meses para que se tuviera noción de lo ocurrido.
El 4 de agosto de 2001, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota dieron su último recital. Fue en Córdoba, en el viejo Chateau. Se trató de la tercera noche en la que su último disco Momo Sampler fue presentado en vivo. Y la última, claro.
Una de las particularidades que tuvo el concierto fue que rompieron la tradición que hacía de Ji ji ji el último tema en sonar en las misas. Luego de ese tema, hicieron una salida de bises más y Un ángel para tu soledad resultó ser la última canción que tocaran en vivo. Muchos creyeron ver ahí un mensaje, como cuando alguien fallece y sus últimos movimientos, encuentros, gestos o palabras son interpretadas con la óptica del desenlace ya ocurrido. Algo así pasa con Luca Prodan y su decisión intempestiva de tocar dos veces seguidas Fuck you como final de su recital en el Club Los Andes, el último que diera unos días antes de morir. La lista de temas que la banda confeccionó para Córdoba publicada en la bitácora de conciertos Solos y de noche da a entender que se trató más de una concesión hacia un público que no aceptaba que esto es to-to -todo amigos que con una señal a ser descubierta en el futuro.
(Sí estuvo en los planes de Solari que en el que todo indica será su última presentación en vivo -al menos en el formato tradicional- la situación se repitiera. En su recital en Olavarría de 2017, Ji ji ji fue enganchada con Mi perro dinamita de una manera que delataba ensayo. En ninguno de los dos casos se fue al concierto sabiendo que sería el último. El movimiento se repitió, en un caso sin planificar y en el otro sí).
Después de la de Córdoba, el grupo programó una nueva presentación. Esta vez sería en Santa Fe, el 8 de diciembre. Unas semanas antes, con publicidades girando y entradas vendidas, la banda anunció la suspensión del evento. “Patricio Rey cree que no es el momento, que no hay ánimo para fiestas” fue la explicación que dieron mediante una esquela a un medio amigo. Tenía sentido. Sobre todo, si se tiene en cuenta que el lugar elegido fue el escenario de los primeros saqueos que se vivieron en ese diciembre. Hasta se puede pensar que De La Rúa le debe 12 días de gobierno a la sensatez de un personaje imaginario.
(Dato para rockeros nerds platenses: entre los puntos de ventas de entradas para Córdoba no figura La Vitrola, la disquería en zona de Facultades que era una suerte de meca ricotera por su cercanía con la banda. El ciclo neoliberal comenzaba su retirada, pero dejaba caídos.)
En 1998 desde una suerte de multiple choice con formato de video game con el que desde el booklet daban la bienvenida al Ultimo bondi a Finisterre invitaban a mutar “porque vale la pena la aventura del futuro”. Ese trabajo, que marcó un cambio drástico en el sonido de la banda con la incorporación de samples y sonidos electrónicos, era su disco de fin de milenio. Ese momento llegó cuando en nuestro país la Alianza conformada por la UCR y el Frepaso llevaban 21 días en el gobierno. De alguna manera desde su conformación en 1997 la coalición que llevó a Fernando De La Rúa a Casa Rosada también había prometido su aventura del futuro. Ambos futuros tendrían sus respectivas fechas de vencimiento con meses de diferencia. En el caso de la banda no debería haber mayor derecho al pataleo. Al fin y al cabo, habían anunciado que el futuro llegaba “todo un palo, ya lo ves”
(En el mismo menú del booklet otra de las opciones es “Mutar si se piensa que el nuevo dios nos va a salir mejor”. ¿Hubieran decidido mutar de haber tenido en ese momento la misma opción, pero en vez de con un dios con el futuro?)
Para gráfica de las entradas y anuncios del que resultó siendo el último concierto Rocambole diseñó una imagen en la que se ven distintos personajes. Si los de Oktubre estaban en movimiento y eran una masa que remitía a La manifestación de Berni, la de los afiches de Córdoba parecerían más bien unos walkin deads. Están separados y en sus caras se adivina el cansancio y alguna bronca. El estallido que se produjo 4 meses después fue mejor reflejado 15 años antes.
También había sido advertido en letras como la de Yo caníbal. En pleno apogeo neoliberal con Men*m caminando tranquilo a su reelección, la pluma de Solari advertía que “no se entiende el menú, pero la salsa abunda” y pedía que “por favor el adiós no se alargue, me cansé de tanto esperar. Cuando el fuego crezca quiero estar allí”. El adiós y el fuego llegaron con 4 meses de diferencia.
Pero Patricio Rey ya no estaba allí. Lo había hecho durante una década en la que la política les había dado la espalda a las decenas de miles de jóvenes que a través suyo habían podido vivenciar una épica colectiva y que habían hecho de una banda de rock&roll un fenómeno político además de estético.
¿Cuántos de los que enfrentaron, corrieron y padecieron la represión policial durante las últimas horas de la presidencia De La Rúa adquirieron su oficio en el arte de esquivar machetazos en el Microestadio de Lanús, degustaron su primer bocado de gas lacrimógeno en
Atenas o conocieron una comisaría por dentro tras ser detenidos por una razzia en la puerta de Obras?
Como botón de muestra se puede destacar que entre los protagonistas de esa jornada estuvieron los mensajeros y deliverys que luego darían forma al SiMeCa. La improvisada página de internet que el gremio hizo a partir del sitio Geocities (una suerte de Wix de la época) tenía como portada el dibujo del esclavo que Rocambole añadió a la gráfica de Oktubre cuando el segundo trabajo de la banda fue editado en CD.
Veinte años no es nada, le hizo cantar Lepera a Gardel y algo de razón pareciera tener cuando se palpa la vigencia que tiene la obra de patricio Rey a dos décadas de haberse ido cual sombra chiensca que encandiló a su muerte.
(*) Periodista; comunicador popular