Por Robertina Sacido Torchio (*)
Después de esa frase, suena musiquita y en lo único que puedo pensar es en que no me tengo que mover. Ni un centímetro. En 10 segundos, 16 cámaras infrarrojas van a tomar 400 medidas de mi cuerpo (y en 3D). O en 60. Porque me tuvieron que hacer seis escaneos. La chica que pasó antes de mi, en 3 escaneos tuvo resultados.
Es miércoles al mediodía y hay menos de 10 personas en una de las esquinas del Teatro Argentino de La Plata, donde el Instituto Argentino de Tecnología Industrial (INTI) realiza la última etapa del primer Estudio Antropométrico Nacional Argentino (EAAr) para conocer las medidas corporales de la población y crear una tabla de talles de indumentaria y calzado en base a ellas. La mayoría son trabajadorxs que luchan contra el viento (porque es uno de esos días en los que el invierno sí se hace sentir) y la posibilidad de que se desarmen los dos gacebos en donde reciben a quienes participan del estudio.
Cuando llegas, te toman la temperatura, te dan guantes y un barbijo (es obligatorio tenerlos durante todo el proceso). De ahí, pasas al primer gacebo, donde te toman tu nombre y te hacen algunas preguntas: dónde vivis (porque el estudio es por regiones del país), cuál es tu identidad autopercibida, cuáles son los ingresos del grupo familiar en el que vivís. Y acá las importantes para este estudio: ¿Conseguis indumentaria de tu talle? ¿Y calzado? ¿Crees que el hecho de no conseguir calzado de tu talle te trajo inconvenientes en el pie o la columna?
Que INCREIBLE (y con mayúsculas) que el Estado me pregunte esto. Porque quiero decir “no, desde que tengo 13 años me tengo que amoldar al talle único o a recorrer 15 negocios”. Pero finalmente digo “yyy, no. Casi nunca”. La señora que me tomó los datos me mira y asiente. ¿Para quién no fue difícil alguna vez?
“Somos uno de los pocos países en el mundo que no tiene una tabla de talles establecida. Por eso los talles son tan variados y amplios cada vez que alguien quiere ir a comprar ropa”, contó Corina Lagos, modelo y actriz gorda, en comunicación con Radio Estación Sur cuando se reglamentó la Ley, en junio. Esta reglamentación llegó un año y medio después de sancionada la Ley; y años después de que la necesidad de tener un sistema de talles reales sea puesto en debate y en la agenda pública por parte de los activismos.
“En algún momento se intentó hacer una ley de talles pero lo que hicieron fue ponerle al mismo pantalón 44 el 56, y vos vas a probarte y no te entra porque nadie verifica que los talles estén puestos correctamente”, agregó Corina.
Ahora, con este estudio que el INTI está realizando en todo el país y que está llegando a su última fase, se prevé que todas las prendas y calzado producidas en el país e importadas, se adapten al Sistema Único Normalizado de Identificación de Talles de Indumentaria (SUNITI), para que las medidas de la ropa sean reales y no ficcionales. Claramente, el talle único queda prohibidísimo.
Gracias por ser parte de la historia
Mientras que lxs trabajadorxs se preguntan cómo evitar que el viento les vuele el gacebo (algo que a mi me parece improbable), miro un cartel que dice “gracias por ser parte de la historia”. Y estoy por poner el cuerpo. Como lo harán más de 15 mil personas en todo el país en las próximas semanas: 6.500 vamos a ser de La Plata.
Un dato: el INTI ya relevó el 60% de la población para este estudio.
Para inscribirse había que ingresar a la página web del organismo pero ya no quedan más turnos, se completó el cupo. “Nos faltan hombres, tenemos muchas mujeres inscriptas”, me cuentan cuando entre emocionada e intrigada les pregunto al llegar.
Ahora sí, llegó el momento. Entro a la cabina y Sandra -trabajadora y quien parece a cargo de todo el operativo- me explica qué es lo que tengo que hacer. Me dice que me quede solamente con la ropa interior y me ate el pelo. Me olvidé la colita para atarlo, así que me da una cofía. “Un amor, como todxs acá”, pienso. Después, tengo que pararme en la balanza para pesarme y, finalmente, apoyo mis pies en el lugar señalizado y me paro frente a las 16 cámaras (todas ubicadas alrededor de mi cuerpo). Del otro lado de la pared está Matilde, pero no puede verme.
Otro dato: cuando te inscribís, uno de los puntos de los términos y condiciones del estudio, indica que todos los datos que brindes van a ser confidenciales y que, durante el escaneo, vas a estar en total privacidad.
Matilde no me ve y para mi es un problema: en los primeros tres escaneos las manos y el brazo están muy cerca del cuerpo, en el cuarto tengo el barbijo tapandome el mentón (ahí me acuerdo de las recomendaciones de Sandra), en el quinto me muevo (ya iban 50 segundos…), el sexto sale bien. “Por fin”, le digo a Matilde; que dos escaneos atrás me había dicho que era el último. “No, hasta que no salga bien no me voy”, le respondí. Aunque eso implique quedarme todo el día adentro.
Al salir, me dan una copia de todas mis medidas y me agradecen. Y yo les agradezco a ellxs. Porque poner el cuerpo siempre tiene sus consecuencias y esta vez, va a formar parte de la historia.
(*) Licenciada en comunicación Social; periodista