Sofía Peroni*
Cuatro pibes de entre 21 y 24 años se turnaron para violar a una joven que yacía inconsciente en un auto estacionado, mientras otros dos hacían de “campana” y tocaban la guitarra para que no se oiga lo que estaba sucediendo.
La noticia en los medios se centró en que el hecho fue a plena luz del día en el barrio porteño de Palermo, y siguió con la difusión de imágenes y videos que registraron las cámaras de seguridad previo al delito y en el momento en que vecinxs intentan linchar a los violadores.
También se repitieron hasta el cansancio en la tele y las redes sociales fotos de las caras de los 6 jóvenes, a modo de escrache. Y se recurrió a hablar con vecinxs, a quienes se les preguntó detalles escabrosos acerca del estado de ellos -y hasta el de ella- previo al hecho.
Lo cierto es que un análisis responsable y con perspectiva de género de lo sucedido, solo es posible si no nos regimos por la primicia, el minuto a minuto y el raiting. Entonces, empezamos:
1.Que haya sucedido en Palermo y al mediodía es un dato anecdótico. A las mujeres nos violan todos los días, en Palermo y en las villas. En los boliches, en la escuela, en el trabajo, de noche, de día, vestidas o desvestidas. La cultura de la violación está internalizada y naturalizada en nuestra sociedad. Es el “te voy a romper el culo” en una cancha de futbol, la apoyada en el bondi, mostrar el miembro en la vía pública, masturbarse mientras duerme o está inconsciente, insistir para tener relaciones sexuales sin preservativo, realizar prácticas sin consentimiento de la otra persona, seguir cuando te dice que pares, hacer mas fuerte cuando te pide mas despacio. Para dejarlo claro: Si dice que no, es no. Si dice que sí y después que no, es no. Si no está en condiciones de decir que sí, es no. Si dice “no sé” es no. El “no” puede decirse en cualquier instancia y situación, y el otro debe detenerse y respetar. Si no, es violación.
2. Los abusos y las violaciones son muy difíciles de denunciar por diversas razones: Primero porque están naturalizados. De hecho las violaciones mas comunes son las maritales (de esposo a esposa o dentro de la pareja). Además, estos delitos generalmente están acompañados por una manipulación y violencia psicológica que impide a la víctima hablar y le hace sentir culpa o responsabilidad por lo que le pasó. En general, las violaciones se dan en un intento por parte de quien las perpetúa, de mostrar poder o dominio ante la víctima, y de reafirmar en el acto de la penetración su masculinidad-siempre ronda el falo, el pene-. Pero las violaciones grupales en particular, “tienen un fuerte componente homoerótico”, aseguró Enrique Stola a Estación Sur, perito psiquiátrico que participó en varios casos de abusos y violaciones que sentaron precedente como el de Higui o los curas Grassi y Lorenzo; esto quiere decir, demostrarse entre ellos la capacidad viril, desquitandose con el cuerpo de una mujer, que en este caso no es mas que el cordero a sacrificar en su ritual de hombría.
3. Tampoco importa que hayan consumido drogas o alcohol. Por un lado, las drogas y el alcohol no te hacen violador ni dueño de cuerpos ajenos. Por el otro, las mujeres tienen el mismo derecho que los varones a consumir lo que quieran sin que eso signifique terminar violadas. Aún intenta determinarse si estos hombres la drogaron o ella lo hizo por sus propios medios. Igual nada justifica la violación. Stola sostuvo: “Lo único que se necesita para ser violador es ser machista y creer que el cuerpo de la mujer es un objeto de su posesión”.
4. En ese sentido, y sobre el intercambio entre Patricia Bullrich y Elizabeth Gomez Alcorta: La ex ministra de seguridad de la Nación y actual presidenta del Pro, confrontó a la actual Ministra de las Mujeres, géneros y Diversidad en twitter y denunció que al sostener que los seis varones podrían ser “tu hermano, tu vecino, tu papá, tu hijo, tu amigo, tu compañero de trabajo”, Gomez Alcorta está justificando la violación. En realidad, lo que la Ministra dice en ese tweet, es que estos no son casos aislados sino que forman parte de una matriz cultural misógina y patriarcal.
Ella es tu hermana, tu vecina, tu madre, tu hija, tu amiga, tu compañera de trabajo. La drogaron y la violaron entre 6 cobardes.
Millones de jóvenes estudian, trabajan y generan relaciones de amor y respeto. Pero no: ¡el Gobierno justifica al que viola! ¡Renuncie, ministra! pic.twitter.com/apbDlvnaYH
— Patricia Bullrich (@PatoBullrich) March 2, 2022
Sobre esto, es importante aclarar que los violadores no son animales, ni bestias, ni enfermos, ni psicópatas, porque si lo fueran, serían inimputables. Pero es importante aclarar que, si bien lo que hicieron estas seis personas tan jóvenes, es producto de la educación y este sistema estructural machista y misógino, también es cierto que hay quienes -muchos de ellos varones- deciden tomar otro camino, el de la no violación, la no violencia y el respeto hacia los otros géneros. Por lo tanto, no todo se justifica con el patriarcado, también hay un porcentaje de maldad.
5. Lo peor para la chica de 20 años, no pasó. En la mayoría de los casos de violencia sexual -y casi todos los tipos de violencia de género- la justicia suele ser lenta y revictimizante. Los varones fueron atrapados cometiendo el delito y sin embargo, ella fue obligada a identificarlos en una rueda de reconocimiento. La víctima deberá contar nuevamente frente al Poder Judicial todas las atrocidades que vivió y sintió esa noche, rogando internamente que le crean. Las pericias comprobarán de qué manera y qué tanto la violaron. Ni hablar de que estaba inconsciente, por lo tanto, aunque se demuestre que hubo penetración, difícilmente se hallen señales de forcejeo. Todo se reduce a que jueces y juezas decidan poner en práctica la perspectiva de género. Para que esto no sea solo una elección subjetiva e individual de cada juez, hace dos años se viene exigiendo desde los movimientos de mujeres y transfeministas una reforma judicial con perspectiva de género. Mientras tanto, nos siguen violando.
6. ¿Qué rol tienen el resto de los varones en todo esto? Mucho se vio en redes, grupos de whatsapp y charlas pasajeras en estos días, frases como “no todos somos violadores” o “no metan a todos en la misma bolsa”. Bueno, si de algo nos sirve todo esto, es para debatir socialmente cuestiones que aún no están -para nada- saldadas. Mientras nosotras seguimos lamentando muertes, violaciones y abusos de mujeres y feminidades, convertimos toda esa bronca en lucha colectiva y salimos a marchar para exigir justicia, lo varones también tienen su papel: no solo repudiar públicamente lo sucedido como si fueran casos aislados, sino hablar entre ellos, llamarse a la reflexión, reconocerse en esos otros hombres, identificar prácticas que sostengan la cultura de la violación, detener situaciones en las que se cosifique a las mujeres y no llevar a cabo actos abusivos o que no tengan el consentimiento de la otra persona. Terminemos con la complicidad. El silencio, nos convierte en cómplices.
La violación no es solo un castigo para la víctima, sino un mensaje aleccionador para el resto de las mujeres. La antropóloga feminista Rita Segato, sostiene: “El violador no es un desviado sino un moralizador, alguien que está enseñando a la mujer a colocarse en la posición que les es debida en la sociedad, a ocupar el lugar que le corresponde, que es un lugar de subordinación, de disponibilidad de su cuerpo”. En ese sentido, es importante resaltar que no solo nos violan a las mujeres, sino a todo aquello que cumple con el estereotipo de feminidad. Las compañeras travestis, trans y otras identidades también sufren estos abusos y violencias a diario. Para ellas el mensaje es aún mas moralizante: la violación es el pasaporte a la feminidad. “Te voy a hacer sentir mujer”, le dijo su violador a Higui, lesbiana que estuvo presa por matarlo intentando defenderse.
Desde el 2016, la agenda feminista irrumpió el escenario social para dar todos estos debates. Lo cierto es que estas discusiones no solo deben darse en el seno del movimiento de mujeres y LGTBIQ+: las masculinidades deben comprometerse con esta lucha y es urgente. Para no enseñar más a las niñas cómo cuidarse de ser violadas, sino educar a los varones para no violar. Para dejar de lamentar muertes, abusos e injusticias. Desde chicas, un conocido o un extraño, a la ida o a la vuelta, en el barrio, en casa, de noche o de día; no importa el lugar, la hora ni la ropa que usamos: nos siguen violando.
*Comunicadora social, feminista.