Por Claudio Lambolla: comunicador popular y tripero
Lo vivido en el partido entre Gimnasia y Boca, no es que nunca haya ocurrido, no le bajo el precio de lo terrible y grave de este incidente. Los que hemos ido a diferentes canchas de Argentina, ya hemos vivido esto, los factores también los conocemos: la policía le quiere cargar un incidente de envergadura al político de turno, los clubes venden más entradas de lo que marca la regulación de ingreso y la capacidad del estadio, dos facciones de una misma hinchada que se disputan el poder, entre otras muchas otras razones.
No quiero romantizar un hecho triste, repudiable infeliz, muy infeliz, ni siquiera pensar en la consecución de hechos fortuitos.
Esto se venía venir, se estaba cocinando. El tufo a estofado se olía en la semana cuando ya desde los medios se hablaba sobre la necesidad de vender o no entradas generales, invocando a la libertad de presenciar un partido de futbol no siendo socio, la cual por supuesto comparto, pero esto ya había ocurrido en el clásico la primer fecha de este mismo torneo, donde los simpatizantes tuvieron el mismo encontronazo con la policía, donde quien escribe, sufrió la despiadada acción de la policía, yo y mi hija, gas pimienta en los ojos, palos y vulneración de derechos, un combo que la policía entrega sin problemas porque saben hacerlo muy bien.
Porque ya lo habíamos vivido los simpatizantes de Gimnasia, el estadio a una hora de comenzar estaba completo, pero se olía, se sentía, algunos disturbios en las tribunas que se originaban con la posibilidad de que hinchas de Boca hubiesen comprado entradas generales, pocos, pequeños, rápidamente neutralizados por la propia gente, pero se venía, había algo en el aire.
Comenzó el partido con la fiesta que nos dan cada una y casi todas las hinchadas del futbol Argentina. Humo, fiesta, “El que no salta es un inglés”, “Diego, Dieeego” bajaba de las tribunas y era un delirio, de esos que nos gustan a los futboleros.
Pero cuando todo parecía una fiesta, comenzó la debacle, el sinsentido, donde las internas de La bonaerense, la codicia de un presidente y la falta de protocolos para este tipo de incidente, no solo opacaron una fiesta, se llevaron la vida de una persona. “Vinimos a alentar al lobo y se me fue el gordo. Quiero avisar acaba de fallecer mi papá”, escribía Juli
Regueiro, hijo del “Lolo”, tripero como tantos, enfermo de Gimnasia, abuelo.
La policía, la burocracia, Pellegrino, los medios hegemónicos, ese combo se llevaron la vida de Lolo, que solo fue a ver al Lobo, con su familia, lo que hacemos todos, compartir con los que queremos la pasión del futbol, ese futbol que Berni odia será que por odiarlo no estudia los incidentes y no aprende más? O sabe que esos disturbios solo se provocan cuando la policía los genera, es como un fuego en un cañaveral, los pitbull bonaerense, huelen sangre… y comienzan a ladrar hasta que empiezan a morder, les gusta, saborean la presa, destrozan una fiesta y empieza la de ellos, porque no saben hacer otra cosa, porque esto que paso en Gimnasia fue la manera que tienen de dirimir una interna en la policía bonaerense no contentos por los cambios en su jefatura, llevándose puesta a la comunidad aunque Berni no este del todo seguro.
En el medio, como un rebaño, entre la sed de venganza de los pitbull bonaerenses, los tiros , los gases lacrimógenos, Garro monetizaba desde las redes una tragedia que aún no había terminado con dos ambulancias en 1 y 60, mientras la gente buscaba a sus hijos y familiares dentro de la cancha, porque era un pandemónium, los botones anti pánicos fallaron, la gente en las tribunas vio como los jugadores y cuerpos técnicos corrían ante los gases e hizo lo mismo, las puertas estaban cerradas, estuvimos a un paso de no generar otra “PUERTA 12”, la muerte rondaba, estaba ahí blandiendo su guadaña, la policía extasiada pedía más y entregaba tiros y gases a quienes querían huir, era su fiesta claro, la de la policía, y nosotros los corderos que tratábamos de que nonos corte ni nos toque esa guadaña.
Las puertas ya se habrían y aun así la muerte rondaba no se quería ir, la sangre llama la sangre y la policía conoce de eso, extendieron la fiesta a las inmediaciones del estadio, mientras los simpatizantes rehenes se tiraban dentro de la cancha para buscar un poco de aire fresco, los jugadores ya estaban en los vestuarios, la gente? A claro si si la gente? En la calle escondiéndose de la policía, esquivando los tiros, la caza de brujas se extendió más allá de 60 y 118, los pibes caían como peones ante una torre taquera que le metía bala. Mientras tanto en AFA querían jugar el partido hoy viernes justo a esta hora mientras escribo esto y Pellegrino perjura que no sobrevendió entradas.
Otra vez los estamentos del estado y personas con poder en un club nos arrebatan la vida, la alegría de participar de una fiesta, porque Lolo lamentablemente quedará en el dolor de su familia, en el inmenso dolor que deja la ausencia, pero para la policía los medios solo será estadística, para Pellegrino que ojalá se vaya en noviembre con las elecciones a lo sumo le costará una plaquita en algún vestuario. Pero Lolo ya no está más.
Y aunque alguna vez la vida sea hermosa, no me puedo someter a tu voluntad y pensar que todo será mejor.
Viernes a la noche, juega el lobo, la caravana familiar esta lista, ojalá volvamos a casa todos Berni.