Por Sofía Peroni (*)
El 28 de mayo se cumplió un mes desde el estallido social desencadenado en Colombia por la reforma tributaria que propuso el presidente Iván Duque, la cual imponía el cobro del Impuesto del Valor Agregado (IVA) del 19% a productos de consumo básico, y el mandatario tuvo que retirar debido a las protestas. La mayor violencia por parte del Estado contra los manifestantes, fue en Cali, donde se registraron 46 personas fallecidas. Pero la militarización estatal se reprodujo en distintos puntos del país, así como las manifestaciones de los y las civiles.
Entre tanto, Colombia registró durante tres días consecutivos, récord de contagios y muertes por covid-19. El Ministerio de Salud confirmó 28.624 nuevos contagios y 545 fallecidos asociados a la enfermedad. De esta manera, el total de casos es de 3.488.046 y el de decesos, 90.353. En ese marco es que miles de colombianos y colombianas en distintas localidades del país vecino, realizan vigilias y duermen en los conocidos como “puntos de bloqueo”, o cordones militarizados que responden con violencia ante los reclamos.
Un clima de mucha tensión vive Colombia, el país con mayor desarrollo militar de América Latina. Así lo cuentan Kamila Buitrago, ciudadana civil comprometida y Daniela Contreras, perteneciente al colectivo feminista “Juntanza Violeta” y Defensora de la Red de Derechos Humanos “Isaías Cifuentes” del sur occidente colombiano. Ambas residen en la ciudad de Palmira, departamento de Valle del Cauca, a 30km de Cali, el punto más recalcitrante del Paro Nacional.
Estación Sur (ES): ¿Qué rol cumplió la ciudadanía en el Paro Nacional?
Kamila (K): Para la ciudadanía cambió totalmente la dinámica de habitar y de transitar, en principio. Empezó a haber una sensación de peligro, de miedo ante el posible cierre de la ciudad, desesperación por el abastecimiento familiar, entre otras cosas. La nocturnidad se ha prohibido, ya nadie anda de noche. Y los lugares que antes concurríamos con normalidad, hoy son puntos de bloqueo; en nuestra ciudad hay dos. Cambiaron las prácticas ciudadanas, conocimos nuevas formas de habitar la ciudad. De hecho, en un momento hasta la Pandemia ya había pasado a segundo plano.
Daniela (D): El rol ciudadano tuvo otro sentido. Hay una participación activa y política de ciudadanos y ciudadanas. Existe también mucho del cuidado, sobre todo por parte de las mujeres; alimentar con las ollas comunitarias, a la gente que está resistiendo, se volvió esencial para que compañeros y compañeras -porque sí hubo muchas compañeras en las primeras líneas también- pudieran sostenerse en la protesta, fuera de sus casas. El paro fue totalmente ciudadano, se llegó a un cansancio social y la gota que rebalsó el vaso fue la propuesta tributaria del Presidente. Ha sido la gente no organizada la que decidió salir a las calles, no hay partidos ni fuerzas políticas aquí. Por eso también hubo tanta violencia por parte de la policía y el Estado: desaparecidos y desaparecidas, violencia de género, violaciones a los derechos humanos.
ES: La protesta social consiguió que el ejecutivo retirara la propuesta de reforma y también la renuncia del ministro de hacienda, ¿Por qué la protesta se mantiene en las calles entonces?
K: Esta fue la última gota de un vaso que desbordaba de desigualdades. La ciudadanía ya venía tomando una cierta fuerza en las calles, había una sensación de “algo tiene que cambiar”; sobre todo en esta generación: que no tiene empleo, no puede acceder al estudio, a la salud. Y el gobierno prefirió responder de esta manera, violenta, militarizando el país, en vez de escuchar las demandas sociales. Pues porque hay muchos sectores a los que les conviene que nada cambie. Hay marcos de desigualdad muy grandes, con mucha brecha entre los mas ricos y los mas pobres y una falta de oportunidades en general, por una gran crisis económica. Muchos y muchas jóvenes han comido mejor en el Paro que en sus casas durante toda su vida. Este Paro es histórico, jamás hubo movilización igual en Colombia. Retirarnos una vez que quitaron el proyecto e hicieron renunciar al Ministro, sería una cortina de humo.
D: Para poner en contexto, en 2016 se firmó un acuerdo de paz entre las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC) y el gobierno que jamás se cumplió. Jamás descendió la violencia en nuestro país. Además, estamos viendo una lucha de clases constante, entre los que tienen mucho y el proletariado, y eso agudiza la polarización en la sociedad porque de un lado se levanta la gente y reclama, y por el otro se apoya a los militares en nombre de “la paz y el orden”. Este estallido no fue por la propuesta del Presidente solamente, sino por los 158 femicidios que sufrió Colombia en tres meses, en 2019 le hicimos un paro estudiantil a Ivan Duque pidiendo mayor financiación para la educación pública, hay familias que tienen que elegir qué día de la semana comen. Esta fue una revuelta popular porque la cara de la desigualdad social está visible. Sin embargo, el gobierno no tiene intenciones de diálogo, hace muchos años Colombia está en guerra.
ES: ¿Qué rol cumplieron los medios en todo esto?
K: Los medios tradicionales son afines al gobierno y esto ya lo sabíamos. No se mostró la protesta como realmente fue, como se veía en las redes, con videos y fotos de lo que pasaba, de la violencia. Fue instalado que los violentos eran los manifestantes, y vestían a la policía como santos y santas. Usaban imágenes reales de gente siendo reprimida, para decir que unos civiles estaban siendo atacados por otros, o que había infiltrados. Aquí el papel relevante lo tuvieron los medios alternativos y comunitarios, que también consiguieron mayor visibilidad. Las personas mayores y muchos adultos consumen y le creen a los medios comerciales, pero ya mucha gente busca informarse de verdad y va a los medios populares.
D: Lo que sucedió mucho fue la cuestión de la censura en medios y redes sociales, de personas que publicaban y contaban lo que pasaba. Los medios pueden ser funcionales al orden establecido y blindar la realidad, o mostrar exactamente lo que sucede y escuchar a la gente allí en las calles. De repente otros países estaban mirando a Colombia y eso nos permitió comunicar lo que vivíamos pero solo a los medios comunitarios y a compañeros/compañeras periodistas independientes internacionales les interesaba y nos escucharon.
ES: Por último, hablaron de este Paro como un primer paso hacia la salida, ¿Cuál es esa salida?
K: La visibilización de la oposición fue importante en este tiempo, pero ellos y ellas no se pueden llevar el crédito de toda la lucha y el sufrimiento popular de estos días, la salida tiene que surgir del seno social y colectivo. Lo que sí está claro es que la unión popular y los espacios de diálogo nos demostraron el claro rechazo al modelo derechista liberal. La ciudadanía no tiene un músculo político fuerte como la oposición, pero si esto no hubiese nacido desde el pueblo, no lo hubiéramos podido sostener el paro tanto tiempo.
D: Claramente la salida será política. Por ahora no partidaria, porque ninguna fuerza política pudo capitalizar el pliego de demandas que tiene el Paro. Pero tenemos muchas expectativas en las elecciones de 2022. Hay que aprovechar esta llama, este fuego, para no olvidar lo que no queremos, y de allí encarar hacia lo que sí queremos. Aún no hay representante, candidato o partido que se ponga al hombro las peticiones que tenemos trabajadoras y trabajadores, pero habrá que pensarlo porque de acá se sale con democracia, sin dudas.
(*) Licenciada en Comunicación Social; periodista feminista