Agostina Zeki (*)
Se realizó la charla-debate “Pedagogía del Extractivismo. Ciencia en disputa” organizada por la Red Ecosocialista en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, donde se habló de la implicancia de la Institución educativa y la ciencia en proyectos de explotación y destrucción de los territorios. Con la exposición de Pedro Castrioti, guardaparques del Parque Peyerra Iraola, y del Biólogo y Filósofo, Guillermo Folguera, se habilitó el espacio para advertir sobre la peligrosidad de los proyectos conveniados con los Gobiernos Bonaerense y de Ensenada que está encabezando la UNLP y que ponen en riesgo la flora y fauna de la Reserva Biósfera y la Reserva Integral de Punta Lara.
Este “pulmón verde” que separa los conglomerados del Gran Buenos Aires y La Plata está amenazado en la actualidad por tres proyectos “productivos” impulsados, en parte, por la Alta Casa de Estudios: la tala de 200 hectáreas en convenio con la Provincia, la intervención en flora y fauna para re-habilitar el “camino negro”, y la destrucción de su biodiversidad por el movimiento de suelo y desmonte para la ampliación de la autopista; este último- repito- impulsado y propuesto por las autoridades de la Universidad. Entonces- y entendiendo al extractivismo como la explotación de los territorios en detrimento de las comunidades y los ecosistemas- se debatió en torno al vínculo que mantiene el mismo con la producción científica pública.

Esta discusión es de larga data en el país, con tan sólo recordar al científico e investigador del CONICET, Andrés Carrasco, y la persecución ideológica e institucional que enfrentó tras demostrar la peligrosidad sanitaria y socioambiental de los agrotóxicos y advertir sobre sus usos, podemos dar cuenta de que -como ninguna institución, organización, medio de comunicación, gobiernos, discursos, etc.- el uso de la ciencia no es neutral. Algo que, como mencionó Folguera, podemos evidenciar en la creación de la semilla transgénica de Trigo HB4 desarrollada por la investigadora del Conicet, Raquel Chan, junto a otres becaries e investigadores, en convenio con la empresa argentina de biotecnología agropecuaria, Bioceres.
“No puedo creer que proyectos que organicen universidades nacionales acompañen destruir y matar”, expresó Folguera y desde sus conocimientos como biólogo expuso: “Entiendo que el eucalipto homogeniza y seca, pero esto no es una plantación forestal, son eucaliptos que se hicieron bosque. Mi consejo sería que rodeen al eucalipto de bosque nativo a ver qué pasa, pero no se les cae; y no se les cae porque no se les puede caer, porque el proyecto extractivista es de destrucción de lo común. Requiere que desaparezca lo común y aparezca lo privado”.

Cabe mencionar que mientras en un aula del edificio C de la Facultad de Humanidades un miércoles por la tarde/noche estudiantes, docentes, no docentes y vecines de la ciudad debatían sobre este posicionamiento político de la UNLP y su producción científica; en el Rectorado esa misma mañana se hizo el traspaso de mando entre el Presidente saliente, Fernando Tauber, y el recientemente electo, Martín López Armengol. En dicho acto, acompañados por los ministros nacionales de Economía y de Educación, Martín Guzmán y Jaime Perczyk, la nueva autoridad de la Universidad aseguró que continuará “haciendo realidad proyectos productivos de vanguardia”.
Quizás mencionado así no lo parezca, pero esos proyectos promocionados como “energía limpia” en caso de la producción de baterías de litio o “beneficio social” en los de alimentos y viviendas sociales, tienen detrás prácticas que destruyen las lógicas productivas de comunidades campesinas e indígenas dejando pobreza en vez de trabajo, contaminación del suelo, aire y agua, enfermedades y, en palabras de Folguera, “exterminio” de los ecosistemas. “Después nos preguntamos el por qué de las inundaciones, incendios, cáncer, temperaturas extremas”, malformaciones, metal en sangre, aumento de casos de celiaquía e intolerancia al gluten, infertilidad de la tierra, desaparición de las abejas, y múltiples problemáticas que nos atraviesan.
“No puede ser que universidades públicas que dicen defender lo público estén sosteniendo emprendimientos que sabemos cómo terminan por más que nos prometan cosas abstractas como progreso y desarrollo”, remarcó el filósofo y también investigador del Conicet.

El disputar sobre la “ciencia para qué”- y quiénes agregaría- es clave a mí parecer para entender el desarrollo propuesto por Tauber, por ejemplo, en la conferencia realizada hace unas semanas en la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), donde refirió a “la autoridad para gestionar” de las universidades públicas celebrando y promocionando los convenios con la gestión de Axel Kicillof y Mario Secco.
En la misma línea lo manifestó el Ministro Guzmán en la asunción de Armengol señalando que se buscará el “fortalecimiento de la Universidad pública, que tiene un rol central en el desarrollo económico y social de nuestra nación”. Y aquí es donde pasamos al ejecutor de la profundización y legitimación de esta destrucción de los bienes comunes: el Estado y su interés por “abastecer a cualquier costo al Primer mundo”, dijo Folguera, refiriendo a las negociaciones del Presidente con mandatarios Europeos para que Argentina suplante a Rusia en el abastecimiento de energía en el primer caso, y de China para ser garantes de su transición energética con la producción de hidrógeno verde.
Como todo en este sistema, los discursos en defensa de los territorios, bienes comunes, y biodiversidad fueron cooptados y utilizados para hablar de “sustentabilidad”, “crisis climática” y “transición energética” sin que haya una problematización de las propuestas de fondo por parte de los gobiernos de derecha, pero también de los “nacionales y populares”, porque un punto de acuerdo donde parecería cerrarse “la grieta” entre las fuerzas político-partidarias es en la entrega de los bienes comunes y, con ellos, de los derechos de les ciudadanes argentines.
Esto lo podemos ver en la continuación del proyecto de exploración off shore en el mar argentino iniciado durante el Gobierno de Mauricio Macri y habilitado finalmente en el de Alberto Fernández. Lo mismo con la creación del Trigo resistente a la sequía y al glufosinato de amonio (diez veces más nocivo que el glifosato, cabe aclarar); allí las diferencias con Clarín y Grobocopatel parecen olvidarse bajo el discurso de “terminar el hambre en el mundo” que, como en los 90 y la entrada de la soja transgénica RR, no va a suceder porque ya fue comprobado que sólo se utilizarán para la especulación financiera y enriquecimiento de unos pocos.
Ante este panorama -al que le agregaría el desarrollo de tecnología para la explotación megaminera en todo el territorio a pesar de ser una práctica repudiada por les ciudadanes que habitan las provincias donde pretenden dinamitar las montañas y contaminar los ríos- es imperioso cuestionar el rol de la Universidad defendiendo nuestro derecho a la educación pública y gratuita pero a sabiendas de que dichas instituciones tampoco son neutrales porque los planes de estudio y las formas de construir profesionales están direccionadas a la concreción de un proyecto de país y sociedad: “Quieren que seamos empresarios”, sentenció Folguera.